Hola a todos.
Hoy me he levantado sabiendo que hoy era un día importante, uno de los días más felices de mi vida. Hoy me doy cuenta de lo mucho que he dejado atrás y de todo lo que me queda por delante. Hoy hace un año exactamente que dejé de fumar después de ocho años enganchado a un veneno que causa millones de muertes en todo el mundo. Un hábito maligno que con el que los gobiernos se lucran poniendo en peligro nuestra propia salud. De nada sirve aplicar leyes contra el tabaco y demonizarlo si después de todo es un producto que se vende legalmente y además genera ingresos millonarios para el Estado a base de impuestos.
Durante este año me he arrepentido en muchas ocasiones de haber fumado, y en otras tantas ocasiones varias preguntas han asaltado mi cabeza, ¿por qué me enganché? ¿por qué encendí aquel cigarro? ¿por qué me compré aquel paquete de tabaco?. Sinceramente creo que fué la inmadurez, aunque empecé a fumar con dieciocho años aproximadamente. La mayoría de los fumadores empiezan a fumar de adolescentes e incluso cuando son críos, por eso creo que la inmadurez es el factor principal a la hora de engancharse a este vicio asqueroso. En muchas ocasiones la presión del grupillo de amigos, el querer ser mayores, el destacar entre los demás nos hace perder la cabeza y hacer tonterías de este tipo. Puedo aseguraros que la primera calada que le dí a un cigarro sentí el sabor más desagradable del mundo, incluso me maree hasta tal punto que vomité toda la cena, y no creo que sea el único al que le haya sucedido algo parecido. Entonces, ¿por qué nos hacemos fumadores? Para mí la respuesta es muy simple, por inmadurez, por tener en esos momentos poca personalidad y por la cantidad de sustancias adictivas que contiene cada cigarrillo que hacen que aunque una calada sea como lamer un cenicero nos hacen volver a caer en esa tentación vomitiva.